Un blog sobre la New Age (Nueva Era) y los esoterismos varios que hoy, como una epidemia que afecta al raciocinio y a la lógica, se expanden... Bienvenidos sean usted y Guillermo de Occam.

viernes, 4 de julio de 2008

La persistencia del fraude

La diferencia entre el error y el fraude no es menor. En el primero, quien afirma lo hace pensando que lo que dice es verdad. Esto es disculpable, aunque quepa la correción. En el fraude, sin embargo, quien afirma sabe que lo que dice es falso. Esto no tiene disculpa y cabe la acusación.

No son pocos los casos célebres de fraude en ciencia.

Uno de los más famosos es el del Hombre de Piltdown, unos restos que los paleontólogos llegaron a considerar durante más de un siglo como correspondientes a un homínido, el Eoanthropus dawsonii, y a los que se atribuía el honor de corresponder a lo que se creía que debía ser el eslabón perdido (hoy nadie busca eslabones perdidos entre los primates y el hombre). La cosa es que la verdad sobre esos restos fue finalmente expuesta por un dentista, A.T. Marsons, que descubrió que los dientes eran de un orangután. Análisis posteriores corroboraron esta conclusión y demostraron el fraude.

Otro famoso fraude es el de la investigación de C. Burt sobre la influencia de la herencia a mediados del s. XX. Sus investigaciones sobre la inteligencia partían de la premisa de la herencia como factor decisivo en su desarrollo. Nada mejor para determinar el valor de esta hipótesis que estudiar la inteligencia de los gemelos univitelinos, y mejor aún si habían vivido separados. La manipulación de los datos pasó inadvertida, pero Leon Kamin, un psicólogo de Pinceton, fue el primero en advertir y publicar que los datos obtenidos eran, no erróneos, sino fraudulentos. En un principio los partidarios de Burt se negaron a aceptar que tal cosa fuera posible (conspiraciones de la izquierda), aunque poco a poco tuvieron que rendirse a la evidencia: Burt había falsificado datos para sostener la verdad de su hipótesis.

En los últimos tiempos los fraudes más ilustres se han dado con ocasión de la fusión fría y las células madre. Stanley Pons y Martin Fleishmann anunciaron el 23 de marzo de 1989 que habían conseguido la tan deseada fusión fría, aunque tan sólo unas semanas más tarde se comprobó que los resultados presentados no eran posibles ni práctica ni teóricamente. Y, por último, Woo Suk Hwang, un veterinario coreano, presentó al mundo la hazaña de unos clones humanos que jamás existieron.

Estos cuatro casos, quizás los más famosos de la historia, nos advierten de que ningún área de la actividad humana escapa de la miseria del hombre.

No obstante, veamos un último e interesante caso. Se trata del timo de los fósiles de Beringer.

Johannes Bartholomäus Adam Beringer fue un paleontólogo del s. XVIII, cuando el evolucionismo aún eestaba por aparecer, que publicó unas Litographiae Wirceburgensis en las que se incluían con abundancia ilustraciones de fósiles más que curiosas.



Como puede verse, los fósiles de Beringer incluían restos petrificados de criaturas que se habían conservado extraña y sorprendentemente bien y con formas más que curiosas. Estos “fósiles” incluían muchos individuos en la misma piedra, restos de telarañas (algo imposible) y hasta objetos celestes, pasando por hermosas letras hebraicas con el tetragrámaton (YHWH, o Yahvé). A pesar de la más que evidente falsificación Beringer las publicó como auténticas. Pero en este caso, Beringer fue la víctima. Después de haber publicado su libro, y no antes de haber negado que fueran de manufactura humana, descubrió que esas piedras habían sido convenientemente situadas en los lugares donde sus colaboradores solían buscar fósiles: dos colegas suyos, J.I. Roderick y G. von Eckhart, habían encargado la talla de los falsos restos y habían contratado a un muchacho del grupo de obreros de Beringer para que los colocara y los encontrara. El paleontólogo cayó en la trampa.

Lo curioso es que, conocida ya la trampa, se publicó de nuevo la obra de Beringer ¡póstumamente! y hoy es una de las publicaciones más deseadas por los coleccionistas. Y más curioso aún es que Beringer persistiera en no aceptar que todo era un engaño.

En todos estos casos, los que perpetraron los fraudes salieron a la luz y cayeron en desgracia. Es lo que tiene la ciencia: el fraude es posible, pero una vez descubierto se pierde toda la credibilidad y se acabó lo que se daba. En el caso del hombre de Piltdown, si bien el culpable ya estaba criando malvas, ya nadie volvió a considerar la posibilidad de que aquellos restos fueran veraces.

No ocurre así en el mundo esotérico y de la New Age. Ya puede usted demostrar un fraude de la forma más palmaria que no ocurre nada de nada. Ni el culpable pierde credibilidad ni los “hechos” son cuestionados. Pongamos ejemplos.

Supongo que han oído hablar de las calaveras de cristal, al menos por la última e infumable película de la saga de Indiana Jones.



Según los hecspertos esotéricos se trata de un objeto increíble, súpermisterioso y megapoderoso. En realidad son varios los cráneos. El más famoso es el conocido como Mitchell-Hedges, un más que dudoso experto en antiguas civilizaciones americanas que afirmó haberla encontrado en Lubaantum. De inmediato se publicaron y ensalzaron las supuestas cualidades de este peculiar objeto: un tallado que hubiera necesitado al menos de 150 años de trabajo, una datación geográfica increíble (la Atlántida, cómo no), una cronología estyupenda (3.600 años) y una función mágica (un gran sacerdote maya lo utilizaba para sus ritos). No falta quien sostiene que proviene del futuro… Y aparecieron más calaveras. Y no se tardó en alabar sus poderes: permiten contactar con entidades de todo tipo (extraterrestres, ámgeles, espíritus…), despiden energías, tienen memoria, por supuesto, curan enfermedades y pueden activarse psíquicamente.

Sin embargo el tiempo pone las cosas en su sitio y las ilustres calaveras se descubrieron de manufactura humana, alemana por más señas, y del s. XIX.

¿Ha supuesto esto el fin de la leyenda? No. Lo que se afirma es que puede que la que posee el British Museum sea falsa, pero que las hay verdaderas. Del mismo modo, puede que sea falsa la que posee el Museo del Hombre de París, pero que las hay verdaderamente verdaderas. Algo así como que la mayoría de los canalizadores y psíquicos son falsos pero los que yo sigo no lo son. Las hay buenas porque las hay buenas.

La pregunta que me surge es la siguiente: ¿qué sería necesario para que finalmente se acepte el hecho de que algo así es una mentira monumental?

Nada. Lo necesario se ha producido ya, se ha descubierto el fraude, pero nada provoca el mínimo y sano escepticismo que permite ver las cosas con el necesario sentido crítico. De esta manera, ya puede usted mostrar un fraude con toda su crudeza que los himbeztigadores y los hecspertos psíquicos que publican sus himbeztigasiones no conocerán el descrédito por la sencilla razón de que lo que se desea no es la verdad. Y así pululan y crecen los Íker Jiménez, Pedro Amorós, Enrique de Vicente, Jaime Maussan, etc. y toda la pléyade de canalizadores, médiums, psíquicos y demás fauna exótica que se está hartando de ganar dinero a costa del crédulo.

Algo estamos haciendo mal cuando la sociedad no se depura de estas imposturas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

I'm thankful with your blog it is very useful to me.

Anónimo dijo...

Alla hu akhbar!!!

Anónimo dijo...

Hola

Yo debido a muchas experiencias que he tenido puedo afirmar que todo esto que ahora le llaman misticismo, pseudociencia, etc es real.

Claro que en estos campos siempre habra fraudes, locos, etc.

Debo decir que la ciencia actual es torpe, no viendo mas alla de los horizontes cuanticos, buscando pruebas ciegas e "irrefutables" en la materia cuando lo que buscan esta por encima de la comprension lineal.

La ciencia de este planeta debe ampliar su rango de estudio.

saludos

pueblos teruel